Hoy 5 de diciembre, despedimos con gran pesar y profundo respeto, al socio Orden Gran Aviador don Patricio Herrera Díaz, cuyo compromiso y dedicación incansable han dejado una marca indeleble en nuestro Club Aéreo de Santiago.
Patricio, un piloto apasionado, recibió sus alas en el Club Aéreo de Santiago en enero de 1958, marcando el inicio de una carrera notable. Su habilidad y compromiso se destacaron al obtener, en 1971, la habilitación de vuelo por instrumentos, seguida de la habilitación de multimotores en 1972. Pero más allá de sus logros técnicos, don Patricio fue un pilar fundamental como instructor de nuestra Escuela de Vuelo.
Su participación en raids internacionales y la comisión para adquirir aeronaves desde Estados Unidos en 1978, demostraron su compromiso de llevar el nombre del Club a lo más alto. Don Patricio no solo fue un hábil piloto, sino también un líder ejemplar. En diciembre de 1978, es elegido director del Club Aéreo de Santiago y se le encomienda liderar la Escuela de Vuelo, cargo que desempeñó hasta 1983 con gran dedicación y visión.
Fue más que un instructor, don Patricio compartió su sabiduría como profesor de aerodinámica, procedimientos y radioayudas, navegación aérea e instrumentos de vuelo, y cursos de multimotores. Su empeño por elevar los estándares educativos quedó reflejado en la organización de cursos de vuelo por instrumentos con el apoyo de la Fuerza Aérea de Chile.
En 1982 formó parte de las tripulaciones que trajeron dos Piper Arrow IV desde Estados Unidos, equipados para vuelo por instrumentos, contribuyendo significativamente a la formación de pilotos en nuestro Club.
En febrero de 1983, junto a los valientes Carlos Rocca Righton, Gerardo Díaz Del Río y Sergio Elgueta Zunino (QEPD), lideró un histórico vuelo a la base chilena teniente Marsh en la Antártica. Esta hazaña no solo demostró su destreza y coraje, sino también la colaboración excepcional de un equipo comprometido con la excelencia y la aventura. Este episodio quedará marcado en la historia del Club Aéreo de Santiago como un testimonio del espíritu intrépido y la dedicación conjunta de estos destacados aviadores. Su legado perdura no solo en las aeronaves que surcan los cielos, sino también en la memoria de quienes fueron testigos de su audacia y valentía.
El compromiso de don Patricio con la excelencia no se detuvo ahí. En 1983, obtuvo la habilitación de instructor de vuelo por instrumentos (IVI), un logro significativo que impactó positivamente en la instrucción aérea civil no comercial.
Su trayectoria política también merece reconocimiento. Entre 1981 y 1983, fue vicepresidente del Club, y posteriormente, entre 1986 y 1988, asumió la presidencia, dejando una huella profunda en el desarrollo y crecimiento de nuestra institución.
En mayo de 1992, el Club reconoció su valioso aporte otorgándole la calidad de socio vitalicio. Su contribución continuó en 1993, organizando un curso de formación de instructores IVI, consolidando la posición del Club como referente en la instrucción aérea.
La distinción más alta llegó en 1994, cuando la Fuerza Aérea de Chile le otorgó la “Condecoración Cruz al Mérito Aeronáutico de Chile” en una ceremonia solemne en la Base Aérea de El Bosque. Este reconocimiento no solo honra sus habilidades técnicas, sino también su ética y valores morales que inspiraron a todos a su alrededor.
En 1999, su experiencia y dedicación se vieron reflejadas cuando fue nominado como instructor senior. Su compromiso continuo quedó sellado en 2003, cuando fue nombrado socio honorario del Club Aéreo de Santiago por la Asamblea Ordinaria de Socios.
Finalmente, el 10 de febrero de 2009, por decisión personal, se despidió de la actividad práctica de vuelo. Sin embargo, su legado persistió a través de su dedicación a la docencia y otras funciones en la Escuela de Vuelo, acumulando un total impresionante de 4,182 horas de vuelo.
En reconocimiento a su larga trayectoria y contribuciones excepcionales, el Directorio decidió, en 2013, otorgarle la distinción más alta, la Orden Gran Aviador del Club Aéreo de Santiago. Este honor simboliza no solo su maestría como aviador, sino también su impacto perdurable en la comunidad aérea.
Su partida deja un vacío inmenso en nuestra comunidad, pero también nos brinda la oportunidad de recordar y celebrar la extraordinaria contribución que hizo al CAS y a la aviación civil en general.
Patricio Herrera no solo fue un gran aviador, sino también una gran persona. Su dedicación apasionada, su sabiduría compartida generosamente y su compromiso con el CAS lo convirtieron en un faro de inspiración para todos nosotros. La admiración que sentimos por él no solo es por sus logros aéreos, sino también por la forma en que tocó nuestras vidas con su humanidad y generosidad.
Que su ejemplo de dedicación, humildad y amor por la aviación siga inspirándonos en los cielos y en nuestras vidas cotidianas.
Patricio Herrera Díaz
1933 – 2023